28 abril 2011

Ewok Ciclista

Trato de recordar cómo fue que llego a mi cabeza tener una bicicleta.

Mi primer idea es remontarme a por ahí de los 4 o 5 años y lo más obvio entonces era querer una al ver a otros niños en la calle montando la suya.  Y porque no recibir una ayuda de la TV que sin duda, en los 80’s ya hacia trabajar la mentecilla siniestra de los niños con cosas como esta:


Y entonces podías atosigar a tus padres bailando alrededor de ellos mientras cantabas “Duranduranduranduranduranduran” y terminabas con el “1 Año de Garantía… ¡APACHE!

No es la foto de la bici, pero
es de la época sin duda.
(Ademas creo que el
carrito también era
Apache)

Después de varios días de esa cantaleta mis padres sugirieron hacer mi pedido a los Reyes Magos para que en su próxima visita (solo si me portaba bien y si la Comisión de Vigilancia del Buen Comportamiento de Niños de la Colonia Viaducto Piedad pasaba un buen reporte) me trajeran una.

El día llego y ahí estaba: El cuadro blanco. Salpicaderas, barbas del manubrio y los vivos azules. Con sus rueditas de seguridad y la calcomanía del nativo norteamericano en cada lado. Regocijo.

Entonces lo primero fue salir a probarla junto con otros muchos vecinillos que al igual que yo presumían con orgullo una similar.

No logro recordar cómo es que deje las rueditas, pero sí que me tarde más de lo debido.  Tuve que hacerlo por mi cuenta ya que desafortunadamente mi padre no podía correr a mi lado sosteniéndola lo cual me costó cantidad de caídas, moretones y raspones.  Es probable que esta sea una de las primeras experiencias de crecimiento e independencia que sientes cuando eres niño.  “Andar sin rueditas”

Unos 2 o 3 años después quedo olvidada por algún otro juguete (muy seguramente de Star Wars).  Además yo crecía y cada vez la veía más como bici de niño.

Años después, ya para la secundaria, llego una bicicleta verde que en ese entonces le llamaban “de Turismo”, marca Benotto y que no me gustaba porque en ese entonces quería una tipo BMX.  Era muy grande, de llantas muy delgadas, de velocidades, controladas por una palanquita en el cuadro.

No sé cómo me convencí de que era “lo que había” y que si quería andar en bici tendría que usar esa.  Salía a rodar en ella y mientras todos mis amigos tenían una BMX, en el mejor y más fresa de los casos una “de Montaña”; recuerdo hasta una Vagabundo.  Les seguía el paso brincando banquetas, pasando agujeros, circulando por parques y terracería por igual. La verdad es que no sé cómo aguanto tanto ajetreo.

En esta ocasión pasaron unos  3 o 4 años para que dejara de parecerme interesante montarme en ella de manera recreativa ya que a la par, competía contra los patines y la temporada en que medio le pegue al Street Hockey.  Puedo decir que pase gran parte de mi adolescencia sobre ruedas hasta que en algún momento me convertí en un ente mucho más sedentario.

Ya para la universidad, llego la capoeira y con ella la alegría de volver a sentir las endorfinas acompañadas de adrenalina y otras sustancias exóticas (todas producidas por mi cuerpo eh!) y me di cuenta de que la actividad física es naturalmente conveniente para la salud.  En ese entonces y tan rápido como llego, se fue un automóvil que nunca pude disfrutar. Aquí aplicó el cliché de...

"Por algo pasan las cosas..." y fue cuando un día en la roda (de capoeira) comente con la madre de una querida amiga que andaba haciendo lo posible por hacerme de una bicicleta. Me dijo que le sobraba una en la bodega de su casa, ya que su hijo mayor la había olvidado y que con gusto me la regalaba.

Swoop
Me imagine una bici vieja, fea y descuidada; de lo anterior solo tenía lo último puesto que estaba considerablemente oxidada y con las llantas ponchadas.

Así llego Swoop a mi vida. Una bici marca Turbo que en algún momento fue de montaña y que ha sido medio adaptada dentro de mi poco conocimiento y alcance para que ser un poco más urbana. Es modesta y sencilla pero bien guerrera.


Al día siguiente ya estaba en el taller siendo reparada.  Fue una extraña emoción porque nunca había tenido una bicicleta así.

Originalmente mis planes con ella eran distintos: Sería para salir los fines, que de repente me llevara a entrenar... Ya saben, la bici que tienes y que usas cada vez que vas a un lugar al que está lejos para ir caminando pero no tanto como para irte en transporte motorizado.

Y poco a poco me fui dando cuenta que era muy conveniente usarla para llegar a todos esos lugares que sueles frecuentar y mi lista de “allí si esta muy lejos” se hace cada vez más pequeña.

Es posible que pronto llegue una nueva a tomar su legado, pero ya tiene un lugar importante como la que me enseño que rodar es una opción mejor.

Más allá de lo anterior, creo que desde que obtuve la destreza suficiente para que el aire pegue un poco más fuerte en mi cara y oídos, cuando empiezas a sentir la velocidad, es el momento en que la adrenalina se manifiesta y ese loquito aventurero que siempre he tenido dentro se exalte y emocione por estar ahí trepado.

Rodar me emociona, me hace despertar reflejos y actitudes que normalmente no tendría andando. No es una metamorfosis muy compleja, solamente son destellos de euforia que se manifiestan en el esquivar de un bache, ir por una calle en declive, rebasar automóviles y saber que todo lo hago solamente con el trabajo y la energía que produce mi cuerpo.

Hoy trato de rodar hasta donde me sea permitido, me cuesta trabajo imaginar algún lugar al que no pueda llegar o a donde no pueda ir sobre ella.  De fomentar y promover la bicicleta como algo que me gusta y que desearía que muchas mas personas usaran y aprovecharan.


Y por supuesto que ahora una de mis banderas es la del ciclista urbano.  El que trata de circular por esta urbe peligrosa, llena de amenazas, de gente que no esta acostumbrada a vernos ocupando el espacio que creen que les pertenece con sus maquinas de ruedas, motores y combustión interna.  Pero que tendrán que hacerlo ya cada vez somos más los que entendemos que el rodar es una opción viable de transporte, un actividad saludable y sobre todo una cultura que llena el espíritu de alegría y el cuerpo de endorfinas.


#enbicisinmiedo
Si quieren saber un poquito mas de todo esto denle una visitadita al sitio de Bicitekas, que es una organización con muchos años organizando rodadas nocturnas para ciclistas urbanos (y de todo tipo) que salen todos los miércoles a las 21:00 hrs. desde el La Columna del Ángel de la Independencia.


Tomen esa bici que esta ahí empolvándose y salgan. Salgan y lleguen hasta donde quieran.  Verán que entre mas lo hagan, mas querrán hacerlo y mas lejos van a llegar.

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